En anteriores ocasiones postulé a otros proyectos, también ilusionantes, involucrando a amigos, familiares... (Sobretodo a aquellos a los que caigo bien) Pero.. qué iban a decir ellos, si saben que al que dice algo malo luego lo corto en la edición.
Por eso, esta vez, y por que no se diera el caso de que mis seres queridos me mandaran educadamente, o no, a tomar por aquella parte del cuerpo donde la espalda pierde su inviolable e inocente nombre, decidí aburrir, convencer y sonreír a la gente de la calle.
Y así, entre personas anónimas que me iban saliendo al paso, logré convencer a un puñado para apoyar mi candidatura. A todos ellos, además de a mi gente, que son... pistonudos, y que tanta paciencia tienen, ¡A todos ellos! y a muchos más, tendré que convencer, ilusionar y hacer sonreír si consigo este puesto.
Porque si esos fueran los objetivos de mi trabajo, entonces sí que merecería la pena vivir para trabajar.
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