Loading...
martes, 1 de abril de 2014

A las dos fueron las tres

Una hora que pasó tan rápido como esos momentos en los que, al pasar, lo único que aciertas a decir es “¡Cómo pasa el tiempo!”.  Más o menos así pasaron dos años y una vida en Barcelona y, de repente, estaba asentado en Madrid.
Allá donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir… Donde, efectivamente, la vida es un metro a punto de partir… Donde se vive muy deprisa, corriendo de un lado para otro, sin mirar, mirando sin ver… Allá donde si levantas la vista, muy probablemente te encuentres con los ojos de un rostro popular, de esos que aparecen en televisión, con cuya mirada pide pasar desapercibido. Lo consigue con relativo éxito, pues a su paso la gente se vuelve, mira por un momento y sonríe, pensando, tal vez, o sabiendo, seguramente, a quién escribir para contárselo. Lo que no dijo Sabina en su canción fue que en Madrid los famosos campan a sus anchas perdiéndose entre la cantidad de gente que colapsa, los fines de semana, el camino que va desde Callao a la Plaza Mayor.
Y ya no estaba en Barcelona, pasé de conocerme el camino a casa, de saber contestar cuando me preguntaban, a volver a desempolvar el GPS de Google Maps, habilitando los datos de ubicación que tan poca confianza dan, tan poca seguridad de privacidad pero que tan bien van cuando no sabes cómo llegar.
Hubo un momento, realmente fueron varios, los primeros días, en los que me dejaba andar. Consciente de mi desconocimiento de las calles, no hacía por ubicarme. Quería degustar bien esa sensación de ser todo nuevo, de ser yo el nuevo, de estar perdido y encontrar el camino poco a poco. Sabía que si, más o menos, seguía recto, llegaría a Sol, pero no quería saberlo. Después de un tiempo de conocerlo todo, ahora me gustaba el no conocer nada. Perdido por Madrid, tarde o temprano, sin querer, me encontraría, y esa sensación ya no se volvería a repetir.
Ya llevo un mes aquí, un mes que me ha lanzado de lleno a una nueva vida a una nueva rutina. Echando de menos a tanta gente, pensando, cuando duermo, que amaneceré donde siempre y, sin embargo, al despertar todo es diferente.
Prometo que intenté no rimar las líneas anteriores, pero no me salió de otra forma, me salió así y así lo dejé, con tantas y tantas rimas. Como así me salió Barcelona, llena de personas que me fueron saliendo y que compusieron una bonita vida y tantas, ¡y tantas! risas.
Y esto trata de ser CientounVidas, vida, vidas y (son)risas. Vivir riendo cada una de ellas y no olvidando esa que me espera, esa que engloba y que está presente en todas.
La otra noche a las dos fueron las tres, y yo no me acordaba. Miré la hora en el móvil, cambiada automáticamente, vi las tres y no me sorprendió que el tiempo hubiera pasado tan rápido, ¡qué suerte! aquella hora que no viví... La había vivido sonriendo.


3 comentarios:

  1. Lo importante, mi querido Suesc, es disfrutar del camino. Madrid, Barcelona, Salvador o Londres, ¡qué más da! Sólo son nombres, ciudades. Hay que mirar adelante, siempre adelante. Espero que te vaya muy bien por la capital.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Fraias, amigo mío. Agradezco el comentario de un ilustre escritor como tú. No importa la ciudad, si no la gente con la que la compartes, por eso Bilbao será siempre una de mis favoritas. Pero, hazme un favor, colega, dile a los ingleses que te den de comer más (maldito fish and chips...), que te veo en fotos... Y te estás quedando en los huesos chaval!! ;) Un abrazo

      Eliminar
    2. Es el ritmo de vida, me temo. Como cual bellaco, pero no hay manera de engordar. Entre el gimnasio y el trabajo, me queman todas las calorías del cuerpo ;)

      Eliminar

 
TOP