Un nigeriano, un zimbabu… un zimba… ¡un hombre de Zimbabue!, un coreano, el casero sudafricano durmiendo en el sofá y uno de Andosilla, papel, este último, que me tocó interpretar.
Y suena a chiste, pero no lo es, aunque graciosa fuese la alineación de este piso en el que viví durante un mes en Ciudad del Cabo.
Mi habitación contaba con un armario empotrado, varias manchas en la pared, dos colchones y un coreano, Tae Won de nombre, buen amigo, casi un hermano.
De los otros cuartos no sabíamos mucho más. Y de los inquilinos mucho menos. Una vez vimos la puerta del nigeriano medio abierta. Pero poca curiosidad pudimos saciar, ya que lo único que llegamos a apreciar fueron unas sábanas y mucha ropa por el suelo. Realmente nunca supimos con certeza si era verdad que había una persona allí viviendo.
Con el zimbabuense sí que tuvimos más trato. El trato que nos permitía tener en aquellas ocasiones que lo pillábamos llegando a casa. El hombre saludaba escuetamente a medida que pasaba por el pasillo para encerrarse en su habitación. Eso fue todo.
Y el más "gracioso" del chiste, que en esta ocasión no es el de Andosilla, se hacía llamar Elvis y era el dueño del piso. Nunca nos llegó a decir, antes de alquilarnos la habitación a Tae Won y a mí, que él dormiría en el sofá y que el salón lo ocuparía con su negocio. Éste no era otro que el de suministrar marihuana a media ciudad y a una buena parte de los pueblos de al lado. Creo que llegamos a tener más trato con esos visitantes esporádicos que con cualquiera de nuestros compañeros de apartamento.
Por otro lado estaba Bruno, de Madrid, viviendo en un estudio con un brasileño llamado Bernardo. “La casa de Brunardo” era como tarde o temprano se acabaría llamando.
Y suena a chiste, pero no lo es, aunque graciosa fuese la alineación de este piso en el que viví durante un mes en Ciudad del Cabo.
Mi habitación contaba con un armario empotrado, varias manchas en la pared, dos colchones y un coreano, Tae Won de nombre, buen amigo, casi un hermano.
De los otros cuartos no sabíamos mucho más. Y de los inquilinos mucho menos. Una vez vimos la puerta del nigeriano medio abierta. Pero poca curiosidad pudimos saciar, ya que lo único que llegamos a apreciar fueron unas sábanas y mucha ropa por el suelo. Realmente nunca supimos con certeza si era verdad que había una persona allí viviendo.
Con el zimbabuense sí que tuvimos más trato. El trato que nos permitía tener en aquellas ocasiones que lo pillábamos llegando a casa. El hombre saludaba escuetamente a medida que pasaba por el pasillo para encerrarse en su habitación. Eso fue todo.
Y el más "gracioso" del chiste, que en esta ocasión no es el de Andosilla, se hacía llamar Elvis y era el dueño del piso. Nunca nos llegó a decir, antes de alquilarnos la habitación a Tae Won y a mí, que él dormiría en el sofá y que el salón lo ocuparía con su negocio. Éste no era otro que el de suministrar marihuana a media ciudad y a una buena parte de los pueblos de al lado. Creo que llegamos a tener más trato con esos visitantes esporádicos que con cualquiera de nuestros compañeros de apartamento.
Por otro lado estaba Bruno, de Madrid, viviendo en un estudio con un brasileño llamado Bernardo. “La casa de Brunardo” era como tarde o temprano se acabaría llamando.
He de hacer un inciso para dar a conocer un dato curioso. En Brunardo´s house, casa ambientada con música a todas horas, el madrileño había dibujado un graffiti, que luego llenaría de color, en el que se veía el eslogan Living la vida loca. Como contraste, al lado de la cama de Tae Won, éste había colocado un folio donde había escrito: Your mother is watching you, study english!
¿La responsabilidad coreana frente al saber vivir de españoles y latinos? Que cada uno lo interprete como quiera..
Y continúo. Bruno, al igual que Tae Won y que yo, había llegado a Sudáfrica con el propósito de aprender inglés. Pero, sinceramente, toda persona que viaja al continente africano con esa intención, realmente alberga mucho más en su interior. Ansias de viajar, de conocer, de disfrutar… En definitiva, ganas de vivir.
Con Tae Won hablábamos inglés. Si no funcionaba, lo intentábamos con gestos. Y si la cosa seguía mal, llegábamos a los dibujos. Entre Bruno y yo, el inglés fluía… Fluía hasta que dejaba de fluir y la pereza nos llevaba al castellano. Al principio predominaba el inglés con escuetas palabras en español hasta acabar siendo una mezcla de todo que, Tae Won, no tuvo otra que aprender a descifrar.
Los tres decidimos viajar juntos. Decidimos hacer un viaje poco convencional. Nos alejamos de las agencias de turismo, rechazamos medios de transporte públicos y nos compramos un coche, que no acabaría el viaje… pero eso vendrá más adelante.
Así que, en este punto dejo, de momento, la historia. En Cape Town, a pocos días de comenzar la aventura, mirando ofertas de coches y convenciendo a Tae Won de que se viniera, que no se preocupara, que íbamos a hablar inglés en todo momento…
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