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martes, 26 de abril de 2011

Miedo en la rua

Hoy he visto miedo entre la gente, miedo mezclado con rutina. Precisamente no ha sido esta última lo que me han contagiado. Me ha dado miedo que se pueda vivir con esa rutina.

Me encontraba en casa de una familia. Un barrio del interior, sin muchos lujos, pero tranquilo desde hace un tiempo. Los dos chavales que controlaban el tráfico allí fueron asesinados un año atrás por la policía. Precisamente en la casa de al lado. De repente, un sonido de disparos. Dos tiros. Ahí la gente se alarmó.




"No son los primeros, ayer también se escucharon por allí abajo... Debe haber algo en la favela..."

"En los segundos que siguen a los disparos, lo único que se oye es a los perros ladrar por la rua"

"Si te ves en pleno camino cuando escuches disparos, lo que tienes que hacer es quedarte parado y refugiarte en alguna pared. Nunca corras, o pueden confundirte con un bandido..."

Esos fueron los comentarios que siguieron a los disparos. Caras serias eclipsaron el comedor.

A los pocos minutos ya todo era normalidad. La cena estaba lista y las risas y anécdotas del día continuaron alrededor de la mesa.


Pero debía volver a casa. Apesar de su insistencia para quedarme. La hospitalidad de los brasileños nunca dejará de asombrarme.

Tenía que coger el autobús y el camino hacia la parada atravesaba parte de la favela. Una amiga se ofreció a acompañarme.

Antes de nada tuvimos que decidir qué camino tomar. Los disparos no se dieron en esa calle, pero cuando aparecen, lo mejor es esconderse.

Fuimos por abajo. Tras andar un poco, cambiamos de opinión. La calle estaba desierta, sólo nos encontramos a dos vecinas recogidas en un portal y hablandose al oido.

Así que decidimos subir la ladera. Por allí había algo más de movimiento, pero no se hablaba de otro tema.

"Debe ser en la favela de abajo..."

"Ayer se escucharon por aquí y por allí también..."

"¡Mujer! No tengas miedo que estás conmigo" - Bromeaba un chaval con una señora que pasaba por allí.

La gente todavía estaba volviendo del trabajo, pero lo hacían callados. Seguro que alguien les había avisado.

Ventanas cerradas, puertas con candados. Calles vacías, vecinos cuchicheando...

Finalmente tomé el autobús, salí de allí. Y volví a la calma de un barrio más tranquilo.

Mientras, hay gente que vive cada día entre disparos y asaltos.

Es esa rutina la que me da miedo.

A.S.

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