A continuación, un relato inspirado en una historia real que Joaninha, una amiga, me contó.
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Estaba perdido. Llevaba casi un año viajando por todo Latinoamérica. Hasta aquí había llegado y esto parecía el final.
Se encontraba en La Patagonia, y nunca había conocido una naturaleza similar.
El día de antes, había dejado su equipaje más pesado en el camping y, por eso, ahora, solo contaba con la ropa que llevaba puesta, una linterna y la cantimplora con el agua a punto de acabar. Si por lo menos llevara una brújula… Aunque… ¡de qué serviría! Norte… Sur… todo parecía igual.
Nunca fue muy partidario de ese tipo de excursión artificial. Esos paseos en autobús donde sólo ves lo que te quieren enseñar. Curiosa y generalmente el final del viaje acaba siendo en la tienda de suvenirs…
Si no quedaba otra y tenía que elegir... optaba por contratar un guía. Pero un guía natural. Una persona del lugar. Alguien que realmente conociese ese espacio y que necesitara trabajar.
Sin embargo, esta vez supuso que no le haría falta. No por nada. Sin más, se levantó de mañana y dijo, voy a explorar.
Así, el segundo día tocaba a su fin. Otra noche llegaba. Y, con ella, de nuevo el frío. Ya no sabía qué hacer, cómo actuar ni qué pensar.
En esas estaba, cuando, a lo lejos, vio una luz que resplandecía. La falta de alternativas le hizo caminar hasta allá.
Tal y como se iba acercando comprobaba que era una casa. ¡Estaba salvado! La luz que veía hace un rato era el fuego de la cocina, que hacía las veces de estufa para calentar.
Así que no lo dudó. Llamó y un anciano le respondió. Le invitó a entrar, le dio de comer, de beber e hizo que el frío no le molestara más.
Este hombre, antiguo viajero, se había retirado hace muchos años de la humanidad. Su mujer ya había muerto y no le quedaba ningún familiar. Así que, ahí terminaba sus días, ante ese paraje natural. En esa cabaña, con su huerto, y su camarilla de animales cobijados en la parte de atrás.
Tras saciar el hambre y la sed, comenzaron a conversar:
- ¿De dónde soy? Soy del País Vasco.
- Yo una vez estuve allá. Antes de recluirme aquí, tuve la suerte de poder recorrerme gran parte del mundo y, como en otros tantos lugares, en Vizcaya paré un tiempo para poder caminar.
- ¿Si? ¡Qué bien! Yo soy de Vizcaya.
- Conocí varios sitios, pero, concretamente, hubo un pueblo a la orilla del mar, que me llegó a impresionar. El nombre… Lekeitio, creo recordar…
- ¡No! ¡Qué casualidad! Yo soy de Lekeitio.
- ¿De verdad? Pues… Espera, voy a por unas fotos, seguro que reconoces este lugar. Fue mi mujer la que me tomó la fotografía. Ella se enamoró de la casa que sale por detrás. Dijo que un día le gustaría tener una parecida, alejada de la ciudad. Nunca vivió para verla terminada, pero, esta cabaña, la construí basándome en la de allá. Mira la foto.
…
-No puede ser. Esa es mi casa.
Y, esto, sucedió de verdad.
Asier Suescun
;)
jueves, 24 de febrero de 2011
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